domingo, 10 de septiembre de 2017 |

Pompas de jabón : la crisis de los 30

Si yo hubiera sabido que iba a cumplir treinta años, ¡qué distinto hubiese sido todo! Una nunca espera envejecer, siempre espera que la vida va a ser eterna. Pero un día te levantas y ves que es demasiado tarde para empezar de nuevo. Que has dejado muchos sueños e ilusiones por el camino, que los años pesan demasiado. Que si antes tenía la mirada puesta más allá del cielo ahora intento tener los pies en la tierra, los amarro bien fuerte para que no alcen el vuelo. Pero, a veces, solo a veces, sigo soñando con los ojos abiertos.
Creces cuando renuncias a lo que siempre has querido ser y por fin haces lo que tienes que hacer. Cuando apuestas por ser profesora porque de la escritura no se vive. Cuando abandonas tu sueño de ser investigadora y el doctorado solo queda en algo abstracto, imprimes los apuntes de las oposiciones porque es más seguro una plaza fija que una ilusión.
Cuando creces, te vuelves más práctica, y eso que siempre fui una enrevesada. Piensas a largo plazo y no en el momento, porque ya eres consciente de que la vida pasa volando, que en un suspiro pasa demasiado tiempo y la vida se te empieza a ir un poco de las manos. A los treinta todo se vuelve práctico, te compras zapatos para que te duren más inviernos y abandonas en algún lugar recóndito las botas de agua, con las que saltabas en los charcos y fingías ser Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia.
A los treinta empiezas a ver gris donde antes era blanco o negro. Cuando te pones feliz hay una voz que te dice "¡para! ¡no vayas tan deprisa!". Cuando lloras sabes qué decirte para calmarte y no llorar demasiado. Y no es que sea malo, sino que he dejado de vivir intensamente y mi cabeza, de forma inconsciente, ha buscado por su cuenta estabilidad emocional. No sé ni cómo ni cuándo salió a buscarla, pero lo ha hecho.
Empiezas a caminar por tu vida de forma recta, y no vas saltando a la "pata coja" porque es más seguro ir andando. Y al final de ese camino, empiezas a ser consciente de que la parca te aguarda. Así que, trato de no aligerar demasiado el paso y ralentizar un poco más el viaje, me detengo a mirar los pequeños detalles. Pero por mucho que intentes agarrar el tiempo con las manos, este sigue pasando.

1 comentarios:

Mr.Gutter dijo...

Qué bonito eso que has escrito. Me sentí igual al cumplir los treinta.

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