jueves, 25 de enero de 2018 |

San Juan de Gaztelugatxe o las escaleras del infierno


Aviso a navegantes, el  infierno existe. Lo he visto con mis propios ojos. Se llama San Juan de Gaztelugatxe.

Mi amiga Maialen vino de visita (cuyo blog dejo aquí) y como suele ser obligatorio tuvimos que ir hacer turismo por los lugares idílicos de nuestra provincia.

Ahora el principal atractivo turístico de aquí no es el Guggenheim, sino San Juan de Gaztelugatxe, conocido porque se rodaron algunas escenas de Juego de tronos.

Yo estuve hace varios años y juro que tengo el recuerdo de haber llegado en coche, sino ya os digo  yo que estas dos amigas mías no me enganchan para ir. Después un amigo mío me contó que han tenido que cortar la carretera por el boom de la serie para no destruir el hábitat natural. El hábitat natural no, pero destruirme a mí sí. Hay que joderse.

Pues resulta que el día anterior nos habíamos pegado una gran caminata por Bilbao, y bueno, tengo que reconocer que no me gusta en exceso andar, pero si es en llanito no pongo demasiadas pegas. El problema es que me dio un ataque de ciática, como es propio de mí, y al final del día estaba arrastrándome. Al día siguiente se propuso ir a ver la dichosa ermita, y pensé "bueno, yo las espero abajo". ¡Anda, que si lo llego a saber!

Resulta que llegamos y cuando bajamos del vehículo  un viandante nos advierte que vayamos por otro camino, que por aquel íbamos a tardar mucho. Nos vio cara de pardillas, fijo.

Damos otro rodeo en coche y empezó el camino hacia la muerte. Teníamos con descender por un montículo y yo dije "bueno, pues será una cuestita de nada". Pero, ¡ay cuando vi que eso no parecía tener fin! Sin poder apenas moverme y descendiendo por el barro, con escalones gigantes.

No podía tirar de mí y creí que nunca llegaría abajo. Cuando lo hice una gran alegría inundó mi corazón. Fue muy fugaz. Hasta que me di cuenta de que teníamos que regresar por el mismo camino. Mis amigas subieron a la ermita, yo esperé abajo.

Al emprender el camino de vuelta pensé que el mundo llegaba a su fin y quería arrojarme al vacío y estamparme contra las rocas. Si hubiera muerto, habría descansado eternamente. En caso de que no, me habrían recogido en helicóptero. Pero no me quedó otra que apechugar. Nadie sabe el calvario que sufrí para llegar a la cima. Ahora me arrepiento de no haber hecho penitencia y que ese recorrido haya sido en vano.

Yo allí no vuelvo.

1 comentarios:

Dyn dijo...

Vamos, que fuiste a través del monte en lugar de bajar la carretera.
No os engañaron, en verdad es más largo ir por la carretera, pero el esfuerzo es incomparablemente inferior.
De todas formas, en mi opinión, es un sitio precioso y vale la pena la caminata; aunque comprendo que con un ataque de ciática no es el sitio más cómodo para visitar.

La próxima vez las llevas a ver el Castillo de Butrón que tiene parking justo delante.

Un saludo.

-DA-

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