miércoles, 31 de enero de 2018 |

Señor, dame paciencia porque como me des fuerza....


Un réquiem por el cine. Oficialmente está muerto. Vale, reconozco que la comedia no está entre mis géneros preferidos. Es difícil hacerme reír, lo sé. Y aunque haya un odio generalizado contra el cine español a mí me gusta, en su mayoría. 

Ocho apellidos vascos me dejó fría. Algún listillo me dirá "es comedia de enredo, al más puro estilo Plauto (para los incultos, autor de comedias romanas). Es que mira, resulta que Plauto tampoco me hace mucha gracia. 

La historia se centra en Gregorio, de clase acomodada, banquero, hincha del Madrid que tiene tres hijos. Su hija Sandra casada con un catalán culé que no soporta, la otra Alicia, sale con un hippy-antisistema pero que al pobre chaval le faltan varias primaveras y por último, Carlos que se va a casar con un negro vasco. Cuando la mujer de Gregorio fallece debe cumplir su última voluntad: pasar en familia un fin de semana y esparcir sus cenizas.

¿Os suena de algo, no? Huele a un intento de Dios mío, pero ¿qué te hemos hecho? con esencia española. Con ese aire que se dan las comedias españolas últimamente de "¡vamos a reírnos de nosotros mismos!" 

Esto se resume en topicazos, personajes más planos que una tabla de planchar. Parecen monigotes puestos de relleno. De Eneko, ¿qué sabemos aparte de que es negro, vasco y gay? De las  hijas, ¿qué sabemos? Todo esto adornado de escenas ridículas, como la de la Guardia civil. 

Os voy a spoilear el final, que todos esperábamos, Gregorio se convierte en un padre tolerante y se acerca más a sus hijos. Pero, ¿tiene realmente una evolución el personaje o la evolución esa ha aparecido por arte de magia? 

Resumiendo, es un "quiero y no puedo". Chistes malos, tópicos y que roza el absurdo. No perdáis el tiempo. 


jueves, 25 de enero de 2018 |

San Juan de Gaztelugatxe o las escaleras del infierno


Aviso a navegantes, el  infierno existe. Lo he visto con mis propios ojos. Se llama San Juan de Gaztelugatxe.

Mi amiga Maialen vino de visita (cuyo blog dejo aquí) y como suele ser obligatorio tuvimos que ir hacer turismo por los lugares idílicos de nuestra provincia.

Ahora el principal atractivo turístico de aquí no es el Guggenheim, sino San Juan de Gaztelugatxe, conocido porque se rodaron algunas escenas de Juego de tronos.

Yo estuve hace varios años y juro que tengo el recuerdo de haber llegado en coche, sino ya os digo  yo que estas dos amigas mías no me enganchan para ir. Después un amigo mío me contó que han tenido que cortar la carretera por el boom de la serie para no destruir el hábitat natural. El hábitat natural no, pero destruirme a mí sí. Hay que joderse.

Pues resulta que el día anterior nos habíamos pegado una gran caminata por Bilbao, y bueno, tengo que reconocer que no me gusta en exceso andar, pero si es en llanito no pongo demasiadas pegas. El problema es que me dio un ataque de ciática, como es propio de mí, y al final del día estaba arrastrándome. Al día siguiente se propuso ir a ver la dichosa ermita, y pensé "bueno, yo las espero abajo". ¡Anda, que si lo llego a saber!

Resulta que llegamos y cuando bajamos del vehículo  un viandante nos advierte que vayamos por otro camino, que por aquel íbamos a tardar mucho. Nos vio cara de pardillas, fijo.

Damos otro rodeo en coche y empezó el camino hacia la muerte. Teníamos con descender por un montículo y yo dije "bueno, pues será una cuestita de nada". Pero, ¡ay cuando vi que eso no parecía tener fin! Sin poder apenas moverme y descendiendo por el barro, con escalones gigantes.

No podía tirar de mí y creí que nunca llegaría abajo. Cuando lo hice una gran alegría inundó mi corazón. Fue muy fugaz. Hasta que me di cuenta de que teníamos que regresar por el mismo camino. Mis amigas subieron a la ermita, yo esperé abajo.

Al emprender el camino de vuelta pensé que el mundo llegaba a su fin y quería arrojarme al vacío y estamparme contra las rocas. Si hubiera muerto, habría descansado eternamente. En caso de que no, me habrían recogido en helicóptero. Pero no me quedó otra que apechugar. Nadie sabe el calvario que sufrí para llegar a la cima. Ahora me arrepiento de no haber hecho penitencia y que ese recorrido haya sido en vano.

Yo allí no vuelvo.
lunes, 22 de enero de 2018 |

Confesiones de una filóloga clásica (parte II)

Supongamos que has bajado al llameante infierno de la mano de Ulises, aunque creo que este infierno se parece más al que creo Pasolini en Saló y los 120 días de Sodoma. En esta entrada voy a analizar los problemas que me surgieron en el primer ciclo de Clásicas, que ya comencé a explicar en mi entrada anterior.
Si has entrado con una base bastante sólida de griego en la carrera estás de enhorabuena, tienes la mitad del camino hecho. La mayoría de los mortales no va a tener esa suerte. Después del "año fantasma" (ese primer año en el que te tenían que haber enseñado griego pero no te enseñaron) toca aprender a marchas forzadas. Oirás muchas veces esa frase de " eso ya lo tendrías que saber". ¿Por ciencia infusa, no? Pero no desesperes, segundo curso es algo asumible. Tucídides podrá contigo una primera vez pero no una segunda.
¿Qué es aprender griego sobre la marcha? Dícese de cuando tienes que tener X nivel y no lo tienes ni por el forro y tampoco hay tiempo físico para construirte una base. Mi método -y sé que no es bueno, pero es el que casi todos usamos- era usar el bilingüe. Antes de analizar, leía la traducción y en base a eso hacía el análisis sintáctico.  No sin antes analizar morfológicamente, lo destripaba todo, creo que mi gran dominio de los verbos en griego viene de eso. Por último, traducía. Aprendí griego a hostia limpia, a base de equivocarme una y otra vez.
¿Y el latín? Desgraciadamente lo tuve que dejar de lado para centrarme en griego. Y creo que es algo muy común en mi facultad. Griego nos absorbe. En mi caso desaprendí latín y me ocurría algo que no sé si tenía algún sentido: traducía latín como si fuese griego.
Otro punto importante a tener en cuenta es el tipo de examen. A mí al menos me hacía sentir muy insegura porque yo no tenía la certeza de que si me esforzaba y ponía todo mi empeño, aprobaría. El examen es práctico, de hecho es muy parecido a lo que podría ser un examen de ciencias. En mi opinión, importa más tener un día lúcido que haber estado el mes anterior en la biblioteca. Y el que diga que no, miente. ¡Que se te cruce la primera frase de la traducción, ya no te descruzas en todo el examen!
 
No olvidéis seguidme en el blog, más adelante vendrá la tercera parte de esta sección.
 
 
domingo, 21 de enero de 2018 |

Ojos azules, de Toni Morrison



Confieso que no sabía nada de la existencia de esta autora hasta que  vi una reseña sobre un libro de esta autora. Y entonces dije "ese libro lleva mi nombre escrito, me pide a gritos que lo lea".  Y entonces me puse a investigar quién era dicha autora.
Toni Morrison, que si no me equivoco sigue viva, es una autora afroamericana de EEUU, ganadora del Premio Pullitzer (1988) y del Premio Nobel de Literatura (1993). Ahí es nada. La primera mujer negra en ganar el Nobel de Literatura. Si las mujeres ya lo tenemos difícil para triunfar en algún campo, para las mujeres negras está más jodida la cosa.
Ojos azules es su primera novela, la cual está inspirada en una conversación que un día mantuvo con una compañera de clase. Esta le confesó que deseaba con todas sus fuerzas tener los ojos azules.
La novela nos relata la cruda historia de Pecola una niña de unos once años de raza negra. Pero la historia nos la relata por un lado, su prima Claudia y por otro, un narrador omnisciente.
Sabemos de antemano que Pecola quedará embarazada a los doce años de su propio padre. Nos desvela el final, y como siempre digo, en las novelas no siempre lo importante es el desenlace, sino el propio viaje.
Como he dicho, Pecola tiene una vida difícil. La época en la que transcurre la novela es la Segunda Guerra Mundial, una época en la que a pesar de que la esclavitud estaba erradicada el racismo estaba a la orden del día. Me refiero a racismo explícito, no el de hoy en día (que ya lo he contado hoy en el blog, ahora existe el racismo enmascarado).
Toni Morrison nos retrata a una niña poco agraciada físicamente que cada noche reza para que al amanecer se levante con los ojos más azules del mundo porque piensa que así la gente la mirará por la calle deslumbrada por su belleza. Es interesante el contrapunto entre Claudia y Pecola, la primera arremete contra ese ideal de belleza impuesto por la sociedad. Destroza sus muñecas - rubias de ojos azules- mientras que Pecola se somete a él.
Ahora estoy leyendo La noche de los niños que es la última novela que ha publicado esta autora - y no creo que publique mucho más- y me parece que no tiene tanta fuerza como la de Ojos azules. No creo que haga reseña de este libro, pero si queréis que haga dejádmelo en los comentarios.

No olvidéis seguirme en el blog para estar atentos a las novedades.

martes, 16 de enero de 2018 |

INICIATIVA "SEAMOS SEGUIDORES"



La iniciativa seamos seguidores está pensada para crear una pequeña comunidad de blogs que se conozcan y colaboren entre sí, además de ayudar a los nuevos blogueros que están dando sus primeros pasos en este mundillo.

¿Cómo funciona?

Debéis seguir mi blog y después dejar un comentario en esta entrada con el enlace a vuestro blog, para que os pueda seguir.

Finalmente, tenéis que llevaros esta imagen y esta explicación a vuestro blog, para que otras personas os puedan seguir y sepan que colaboráis con la iniciativa.


 
viernes, 12 de enero de 2018 |

Confesiones de una filóloga clásica (Parte I)

Si has llegado a mi blog posiblemente esté pasándote por la cabeza estudiar Filología Clásica y estás buscando experiencias. Lo primero que quiero aclarar es que esta entrada se basa solo en mi experiencia, en lo que yo he vivido y he percibido. Hay tantas realidades como personas distintas, así que tenlo muy en cuenta. Es decir, mi caso no tiene por qué ser extrapolable al de los demás ni tampoco al tuyo.


Lo primero - y esto es opinión mía pero que siempre la he mantenido- es que para estudiar Clásicas tienes que cumplir dos requisitos básicos: primero, no tienes por qué ser  un alumno brillante, pero sí un buen alumno. Alumno de alto rendimiento, con capacidad para adaptarse. El segundo requisito, muchas ganas de trabajar y de complicarse la vida. Si uno de estos requisitos te fallan, prepárate. Podría ser la peor de tus pesadillas.

No sé las motivaciones que te llevan a plantearte a estudiar tal disciplina pero te contaré lo que me llevó a mí. Desde que tengo memoria soy una apasionada de la literatura, no concibo mi vida sin libros, también me apasionaba la lengua, así que irremediablemente creo que estaba destinada a orientar mis estudios hacia las Humanidades. Escogí Bachillerato de Letras, como se esperaba de mí, con intención de estudiar Filología Hispánica. Pero yo en realidad lo que quería era ser escritora. Creo que mi verdadera vocación es esa. Escribir y contar historias.

El primer curso de Bachillerato, quizá por la edad, no me entusiasmaron demasiado el Latín y el Griego, asignaturas que no escogí como huida de las números. En segundo, tomé una mala decisión, quizá la peor de mi vida, dejar el Griego y escoger Geografía. Yo no tenía ninguna intención de estudiar Clásicas, nunca se me había pasado por la cabeza.

Cuando empecé segundo tenía muy claro que tenía que ponerme las pilas en Latín, y como el roce hace al cariño, como en una película romántica con tiras y aflojas por parte de los protagonistas poco a poco caí rendida a los pies del Latín. Me interesé por la Antigüedad e investigué por mi cuenta: vi las series de Roma y Yo Claudio, leí novelas como Quo vadis? y absorbí tanta información como pude. Y de repente, un día me dije a mí misma que esto era a lo que me quería dedicar. ¿A que suena maravilloso? Encontré mi vocación cuando tenía que encontrarla.  Pero no, no era oro todo lo que relucía.

Y aquí os voy a hacer una gran confesión: no soy buena traduciendo latín y nunca lo voy a ser. Me falta intuición. Puedo hacer un análisis sintáctico perfecto pero el problema viene cuando toca dar la traducción. Y eso es algo, en mi opinión, que viene de fábrica. No se aprende. Con mucho esfuerzo y muchas horas he podido aprobar, pero sé que nunca seré brillante.

Sin embargo, siempre fui buena alumna en Lengua Española y tenía mucha facilidad para asimilar contenidos. Me encantaba escribir redacciones, la sintaxis, la ortografía.  Recuerdo mi infancia leyendo el diccionario por el puro placer de aprender palabras nuevas, como la niña repelente y sabelotodo que era.

 A base de mucho esfuerzo conseguí sacar Latín de Bachillerato con buena nota Pero, ¿tanto esfuerzo compensaba? Fui cobarde y decidí matricularme en Filología Hispánica, aunque hice algo de trampa: escogí todas las optativas de Clásicas. No tuve ningún problema para aprobar, de hecho sacaba bastantes buenas notas. Pero las asignaturas de Hispánicas no me gustaron, no era lo que esperaba. Sin embargo, yo disfrutaba con Latín, Poética Griega, con Literatura Latina y Griega, también escogí Griego Moderno. Estaba en mi salsa, pero claro, eso fue ver la parte bonita.

Entonces tomé otra decisión muy importante: hacer el cambio. Sabía que iba a ser un cambio duro y estaba dispuesta a trabajar mucho, lo que ocurre es que no me podía imaginar la que se me iba a venir encima. A día de hoy me pregunto si de haberlo sabido, lo habría hecho. Y no creo que nunca sepa la respuesta.

Dije que el primer error que cometí fue no escoger Griego de Bachillerato y no porque en la Facultad se empezara con un nivel altísimo. En casi todas las facultades se empieza desde cero, que aprendas o no va a depender del profesor. En este caso tuve muy mala suerte. Por supuesto que hay que hacer un esfuerzo personal grande, pero necesitas un profesor como guía para poder asentar bien las bases del idioma. Aquí viene el siguiente gran problema: si no tienes un buen profesor, necesitas uno particular. Y créeme, no es tan fácil encontrar alguien que pueda dar Griego a ese nivel, que sé que es nivel básico, pero te tiene que asentar muy bien los cimientos.

Esto lo veo claro ahora, pero entonces confías en que en segundo de carrera no darán por hecho que sabes más de lo que te han enseñado en primero. Primer golpe. Ahora con el Grado han bajado considerablemente el nivel de segundo y es más asequible, pero nosotros la primera vez que nos enfrentábamos a textos en griego era con Tucídides, autor complejo donde los haya, con la mayor parte de la gramática sin dar.

No sé qué nivel de griego tendrás, pero si tu nivel es nulo y no eres brillante, permíteme que te diga que te va a tocar aprender a hostias. Ve preparándote una mesa grande de estudio en tu cuarto porque vas a necesitar bastante espacio: el texto en griego, el cuaderno, diccionarios, varias traducciones, el Perseus, bebidas energéticas y todo lo necesario para subsistir, porque a partir de este momento ese va a ser el sitio donde pases más horas. Si has llegado aquí, solo decirte "Bienvenido a Clásicas. Ahora empieza tu pesadilla".

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jueves, 11 de enero de 2018 |

Wonder o ser diferente

Aprovechando las vacaciones de Navidad cumplí con una de las tradiciones de estas fechas, acudir a la sala del cine. Como íbamos con mi sobrina mi hermana propuso ir a ver Ferdinand, una película  de animación española sobre un toro. Ya sabemos que en España, país de charanga y pandereta, toros y flamenquito, señores. Que en España hay mucho arte. Para mí el arte español es el cine de Berlanga, la obra de Dalí, el teatro de Lorca, los poemas de Machado, el Quijote. Para mí la tortura animal no es arte. Luego me llaman a mí "enferma" porque me gusta el cine gore. El cine gore no es real, pero cuando arrojan a un animal al ruedo y le clavan banderillas el sufrimiento del animal es real.

Así que por todo esto me dio mucha flojera la película. Tenía desde hace unos años en libros pendientes el libro de La lección de August debido al boom de su momento de publicación. Y cada vez voy dejando más atrás la literatura juvenil pero este tenía algo que me atraía. Quizá porque lo definen como "el método antibullying", y se ha convertido en uno de esos libros que se deberían de leer en los colegios.


Por eso a mi hermana le hice la contraoferta de ir a ver Wonder, que tenía pinta de ser más familiar que infantil. La película nos cuenta la historia del pequeño Augie, un niño de diez años con una deformidad en la cara, que ha sido sometido a la friolera de 27 operaciones. Él se había educado en casa- que por cierto, ya hablé en otra entrada sobre el homeschooling- y la historia inicia cuando Augie debe enfrentarse a su primer año de colegio.

La película nos muestra una historia que ya  conocemos (porque todos hemos ido al colegio) y a pesar de eso genera interés. Nos ofrece varias perspectivas de la misma historia, vista desde distintos personajes y eso hace que la película sume. Provoca la emoción del espectador, tienes que ser un hirsuto para que no te conmueva.

Augie, a pesar de su aspecto, resulta adorable y por supuesto, todos sabemos si alguien tiene una discapacidad, pertenece a otra raza o a un colectivo desfavorecido esa persona se convierte automáticamente en maravillosa. No tiene defectos - me refiero a defectos morales- y es todo un ejemplo de moralidad y de superación. Recuerdo -y hago spoiler- que al final de la película le dan una medalla solo por ser "maravilloso".

El problema de la película es que no me la trago. El rollito Mr. Wonderful no me gusta y peca de eso, "al final todos somos amigos". Hasta el matón de turno se da cuenta de que ha sido un capullo. Señores, eso en la vida real no pasa. El matón va a ser un matón toda su vida

 Acabo de descubrir que el niño protagonista es el mismo crío de la película La habitación (2015), donde ya apuntaba maneras como actor. Aun así, creo que es una película agradable de ver a pesar de ese mensaje de unicornios y mariposas que transmite.
martes, 9 de enero de 2018 |

Respétate y no vistas como una puta

Hace pocos días saltaba  una noticia que me sobrecogió, hallaban el cuerpo de Diana Quer dentro de un pozo tras la confesión de su asesino. Un escalofrío recorrió por mi cuerpo, porque lo cierto es que podría habernos pasado a cualquiera de nosotras, simplemente por ser mujer e ir sin compañía a altas horas de la madrugada.

Además, aparte del juicio mediático al que ha sido sometida su familia, para variar se ha  culpado a la joven, la culpa es de ella por ir así vestida, la culpa es de ella porque iba sola a esas horas de la noche, la culpa es de ella por acercarse a desconocidos. La culpa, la culpa es solo suya.

También quiere hacer mención al caso tan bochornoso como el de "La manada". Una chica violada por un grupo de ·marichulos", aunque quizá en este caso el término correcto son "monstruos". Violada, vejada, grabada para hacer constancia y chanza de tal degradación del ser humano. Por supuesto, la culpa es suya. Porque no se quejó, no puso resistencia, si hasta seguro que lo disfrutó. Si no quieres acabar así, respétate y no vistas como una puta.

Cito cierto eslogan "no quiero ser valiente, quiero ser libre". Quiero caminar por la calle sin tener que tener cuidado, no vaya a aparecer un desalmado y por tratar de defenderme acabe tirada en un contenedor.

¿Que el feminismo no es importante? Como mujer, revindico mi derecho a ser tratada como una persona, no como un objeto para entretener a los hombres. ¿Somos unas exageradas? Recuerdo el último mensaje de Whatsap de Diana "Me estoy acojonando. Un gitano me está diciendo "morena ven". ¡Somos unas exageradas, claro!

Luego somos unas "feminazis". O esta es mejor "yo no soy ni machista ni feminista, quiero la igualdad". ¡Anda, y que os den pomada a todos! Cada día que pasa pierdo un poquito la fe en la humanidad porque creo que nos estamos volviendo locos.

domingo, 7 de enero de 2018 |

Fuga para un pianista, de Esther Zorrozua

La reseña de hoy - aunque ya sé que nunca hago reseñas "al uso", que acabo hablando de lo que me da la gana- es especial porque la autora fue mi profesora de Literatura Universal en Bachillerato. Años después he tenido la suerte de reencontrarme con ella durante las prácticas. Es de esas personas por las que sientes tan profunda admiración que no te atreves ni a dirigirle la palabra. Creo que a menudo ella pensaba "esta tía es imbécil".


Para el que no lo sepa vivo en un barrio de mierda donde solo hay bares. La cultura aquí en monodosis, no vaya a ser que nos empachemos. Por eso cada vez que quiero un libro o bien tengo que pedirlo a San Amazon o irme de excursión a la ciudad. Y este rollo lo cuento porque un día una persona y yo estábamos hablando de Esther Zorrozua y dijo algo así como "el último libro que publicó era un dramón..." Y se me activó el radar, porque yo soy la Reina del Drama. Y yo sutilmente le tiré de la lengua "¿Y cómo dices que se titula?". Se titulaba Marcas de agua, y yo frotándome las manos empecé a investigar por Amazon.

Pues resulta que el libro no estaba disponible, pero me llevé una pequeña sorpresa cuando leí la sinopsis Fuga para pianista. Lo primero que pensé fue que qué titulo tan jodidamente bueno, lo segundo es que al ver la temática supe que en sus páginas el libro tenía escrito mi nombre. Aparte de la Reina del Drama, soy la Reina del Morbo. Mi morbo lo alimento a través de documentales que encuentro por YouTube, sobre asesinos en serie, reconstrucciones de crímenes, catástrofes naturales, maneras de acabar con la Tierra, la pena de muerte, enfermedades extrañas, y recientemente añadí a mis intereses la eutanasia.

Aunque toda la acción de la historia transcurra en Bilbao, no sé por qué en mi cabeza la imaginaba en Getxo. Me tenía que decir a mí misma "que no, coño, que es en Bilbao". Pues eso, situémonos en Bilbao, donde conocemos a Esteban Montalbán, un hombre que ha llegado a los noventa años y siente que la vida no puede ofrecerle nada más, que ha llegado la hora de partir pero que está atrapado en su propio cuerpo. Por eso le pide ayuda a Hamlet (su nombre no es casualidad), su cuidador. Él es peruano y en su cultura la vejez no está vista como una carga para los demás, como en la nuestra. En nuestra cultura si no eres joven ya te puedes untar bien de pomada, porque te van a dar pero bien.

He de confesar que las primeras cien páginas me dieron mucho miedo, porque parecía que iba a ser una historia de amor (y todos sabéis que yo soy tan romántica como una piedra). Lo que más odio del cine y de la literatura es que siempre tienen que meter una historia de amor, ahí, con calzador. Por suerte, hay un momento clave (que no revelaré) que capta mi atención y entonces la novela se convierte en un viaje solo de ida. Engullí el libro de un tirón.

A mí lo que más me gusta de los libros son los personajes, aunque después flojeen en otras cosas. Y no necesito sentirme identificada con ellos ni necesariamente tienen que caerme bien para que me gusten. Tampoco tienen que ser profundos, no todas las personas son profundas, hay gente que es más básica que una camiseta blanca de Zara. Tienen que ser verosímiles y coherentes. Creo que tanto el personaje de Hamlet como el de Esteban están muy bien construidos y son el plato más fuerte de la novela.

Durante este nuevo año quiero escribir más sobre libros en el blog. No me gusta hacer reseñas, sino hablar de los libros que leo, pero todavía me gusta más hablar de los libros que no me han gustado (sacando mi lado hater). Pero me he propuesto hablar también de lo que me gusta, que luego decís que soy negativa.

Por último, recordad que podéis seguirme en el blog para estar atentos a las novedades.
jueves, 4 de enero de 2018 |

Déjalo libre

Me asombra lo apegados que estamos a nuestros bienes. El síndrome de Diógenes está presente en nuestras vidas, en menor o mayor grado, pero acumulamos enormes cantidades de objetos que realmente no necesitamos. Aun así, llega un momento en nuestras vidas en el que tenemos que hacer limpieza sí o sí y toca deshacerse de ese cajón de cables, de ese montón de ropa que no nos entra. Y bueno, una vez que os habéis puesto al lío no cuesta deshacerse de ciertas cosas. Pero me doy cuenta de lo apegadas que están las personas a sus libros (aunque no los lean).
Hace unos años me pasé al formato electrónico, por una cuestión económica y de espacio. Y sí, sí sigo leyendo en papel, al contrario que el resto de mi familia (para ellos el descubrimiento del Kindle fue solo un viaje de ida). Soy una de esas personas románticas a las que les gusta el libro en papel, olerlo, pasar páginas. Además, de darme baños de espuma con ellos y de escribir, subrayar en ellos. Cuando cuento esto se llevan las manos a la cabeza. ¡Tranquilos! ¡Solo lo hago con mis libros! Nunca entenderé a esas personas que leen sin querer abrir demasiado el lomo "para que no se doble", y menos a los que los forran de papel de periódico para evitar cualquier desperfecto durante su lectura. Los libros tienen vida propia, y los seres vivos tenemos cicatrices, heridas, no permanecemos recién salidos de fábrica. Cada marca de nuestro cuerpo tiene su propia historia, cada página doblada de un libro tiene algo detrás. Leer un libro subrayado por otra persona es llegar al mismo sitio pero por distinto camino, por el camino de su interior.

No veo necesidad de acumular libros y más libros. Deteneos a mirar vuestras estanterías. ¿Cuántos libros os decepcionaron? ¿Cuántos no os han gustado? ¿Cuántos libros que no hayáis leído y no pensáis leer tenéis? Tener un libro cogiendo polvo es tener un gorrión enjaulado, que no puede volar libre, ni oportunidad de volver a hacer volar.

Hay que dejar hueco en las estanterías para que puedan llegar a ti otras historias. Así que, déjalo libre.


martes, 2 de enero de 2018 |

"La librería" de Penélope Fitzgerald o cómo me la dieron con queso

Como lectora aventajada que soy suelo intuir cuando me la van a meter doblada. Pero esta vez confieso que no lo vi venir. Hace unas semanas vi en Instagram la preciosísima portada de la editorial Impedimenta (todas sus portadas son preciosas, lo malo es que sus precios son desorbitados). Isabel Coixet estaba a cargo de su versión cinematográfica y por el argumento juro que prometía.

Me había montado mi película en la cabeza (o más bien mi novela): mujer emprendedora abre una librería en un pintoresco pueblo de la costa inglesa, los habitantes "cerrados de mollera" no están de acuerdo e intentan boicotear la apertura. Para más inri, empieza a vender Lolita de Nabokov y en el pueblo se arma la de San Quintín, por vender tal inmoralidad y corromper al pueblo.
Pero no, no trata de eso.

El tema (y si por casualidad esto lo leyera mi tutora de prácticas, cuyo blog dejo aquí, que me disculpe por introducir verbos en el tema y excederme en el número de palabras, pero es por darle un poco de acción a la cosa) es "una mujer abre una librería en un pueblo, los vecinos no lo ven con buenos ojos pero no es algo que les quite el sueño, aun así le compran libros". Y ya está. No tiene más.

Durante su lectura nunca perdí la esperanza, en serio. Como una idiota pensaba "bueno, ahora pasará algo interesante", "¡Ah! Ahora ha aparecido Lolita, ya empieza lo bueno". Pero lo bueno no empezó nunca. Todo el asunto de Nabokov se queda en una falsa alarma, la protagonista Florence Green tiene un duelo interno terrible sobre si debe vender esa obra en su librería "porque no sabe si será buena o mala novela". ¡Toma ya! Así que, decide dársela a un hombre para que la lea y él juzgue, porque como las mujeres no tenemos criterio propio, pues ya se sabe. Al final el susodicho dice que le parece "una novela de buena calidad" y decide comprar doscientos ejemplares para vender en el pueblo. Fin.
Es que...¿cómo se puede tener ese argumento y fastiadarla tanto? Podría haber sido un novelón...Pero claro, `¿para qué iba a crear la autora una novela con profundidad, con un verdadero conflicto, si te la puede dar con queso?

Pocas veces me he sentido tan engañada con un libro, y no creo que haya sido lo peor que haya leído en mi vida. La tipa escribe bien, pero me ocurre lo mismo que con Carlos Ruiz Zafón, que detrás de tanta floritura y tanta palabra bonita no hay absolutamente nada.
Esta novela ha sido un regalo de Navidad de mi hermana, y gracias a Amazon no llegó a tiempo. De hecho, tuvo que volver a pedirla porque se perdió. Fue un presagio, no podía con mi vida de las ganas que tenía de que cayera en mis manos. El destino trató de evitarlo, pero finalmente me la dieron con queso.