domingo, 7 de enero de 2018 |

Fuga para un pianista, de Esther Zorrozua

La reseña de hoy - aunque ya sé que nunca hago reseñas "al uso", que acabo hablando de lo que me da la gana- es especial porque la autora fue mi profesora de Literatura Universal en Bachillerato. Años después he tenido la suerte de reencontrarme con ella durante las prácticas. Es de esas personas por las que sientes tan profunda admiración que no te atreves ni a dirigirle la palabra. Creo que a menudo ella pensaba "esta tía es imbécil".


Para el que no lo sepa vivo en un barrio de mierda donde solo hay bares. La cultura aquí en monodosis, no vaya a ser que nos empachemos. Por eso cada vez que quiero un libro o bien tengo que pedirlo a San Amazon o irme de excursión a la ciudad. Y este rollo lo cuento porque un día una persona y yo estábamos hablando de Esther Zorrozua y dijo algo así como "el último libro que publicó era un dramón..." Y se me activó el radar, porque yo soy la Reina del Drama. Y yo sutilmente le tiré de la lengua "¿Y cómo dices que se titula?". Se titulaba Marcas de agua, y yo frotándome las manos empecé a investigar por Amazon.

Pues resulta que el libro no estaba disponible, pero me llevé una pequeña sorpresa cuando leí la sinopsis Fuga para pianista. Lo primero que pensé fue que qué titulo tan jodidamente bueno, lo segundo es que al ver la temática supe que en sus páginas el libro tenía escrito mi nombre. Aparte de la Reina del Drama, soy la Reina del Morbo. Mi morbo lo alimento a través de documentales que encuentro por YouTube, sobre asesinos en serie, reconstrucciones de crímenes, catástrofes naturales, maneras de acabar con la Tierra, la pena de muerte, enfermedades extrañas, y recientemente añadí a mis intereses la eutanasia.

Aunque toda la acción de la historia transcurra en Bilbao, no sé por qué en mi cabeza la imaginaba en Getxo. Me tenía que decir a mí misma "que no, coño, que es en Bilbao". Pues eso, situémonos en Bilbao, donde conocemos a Esteban Montalbán, un hombre que ha llegado a los noventa años y siente que la vida no puede ofrecerle nada más, que ha llegado la hora de partir pero que está atrapado en su propio cuerpo. Por eso le pide ayuda a Hamlet (su nombre no es casualidad), su cuidador. Él es peruano y en su cultura la vejez no está vista como una carga para los demás, como en la nuestra. En nuestra cultura si no eres joven ya te puedes untar bien de pomada, porque te van a dar pero bien.

He de confesar que las primeras cien páginas me dieron mucho miedo, porque parecía que iba a ser una historia de amor (y todos sabéis que yo soy tan romántica como una piedra). Lo que más odio del cine y de la literatura es que siempre tienen que meter una historia de amor, ahí, con calzador. Por suerte, hay un momento clave (que no revelaré) que capta mi atención y entonces la novela se convierte en un viaje solo de ida. Engullí el libro de un tirón.

A mí lo que más me gusta de los libros son los personajes, aunque después flojeen en otras cosas. Y no necesito sentirme identificada con ellos ni necesariamente tienen que caerme bien para que me gusten. Tampoco tienen que ser profundos, no todas las personas son profundas, hay gente que es más básica que una camiseta blanca de Zara. Tienen que ser verosímiles y coherentes. Creo que tanto el personaje de Hamlet como el de Esteban están muy bien construidos y son el plato más fuerte de la novela.

Durante este nuevo año quiero escribir más sobre libros en el blog. No me gusta hacer reseñas, sino hablar de los libros que leo, pero todavía me gusta más hablar de los libros que no me han gustado (sacando mi lado hater). Pero me he propuesto hablar también de lo que me gusta, que luego decís que soy negativa.

Por último, recordad que podéis seguirme en el blog para estar atentos a las novedades.

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