Hoy os voy a contar una de las peores experiencias que me ha tocado vivir. Fue una de esas cosas que recuerdas y te dan una punzada en el corazón, que te remueven el estómago. De hecho, ahí comprobé que el infierno y todos los males del mundo existían. Me refiero al fatídico viernes, el viernes que acudí a la consulta del dentista a sacarme la muela del juicio. No hay mal, ni dolor que se aproxime.
Mi muda de dientes fue algo tardía, se me cayó el primer diente cuando mis compañeros de clase ya estaban todos mellados. Con las muelas me ocurrió algo similar, me empezaron a salir un poco tarde. Bueno, lo de salir es un decir, porque tuve la desgracia de que no tenía hueco en la encía para que me salieran. Así que empecé a tener dolorosas infecciones a causa de eso, y el dentista decidió cortar por lo sano.
Y como tengo la suerte de ser tan afortunada en esta vida de mierda, mi muela resultó ser uno de los mayores retos profesionales a los que tuvo que enfrentarse el dentista. A la muela no le salía de los cojones salir. Y ahí veis al dentista, agarrando la muela con las pinzas y estirando hacia arriba, hacia el cielo, hasta creo que hubo un momento que estuve suspendida en el aire. Entre tanto, creo que varias personas de la sala huyeron despavoridos por mis gritos de dolor.
Yo soy una persona tímida, callada, que cuando va a un lugar desconocido intento pasar desapercibida, si voy al médico y me hacen daño no me quejo, me hagan lo que me hagan. Pero esa vez me desmelené. Grité todo lo que pude y más. El dentista dijo:
- En la vida me ha costado tanto sacar una muela.
Hora y media después, el hombre decidió partirme a cachitos la muela y sacármela. Y fue como..."pedazo hijo de puta, ¿había un método menos doloroso y me has hecho estar como un pez mordiendo un anzuelo?" Me hizo tanto daño el maldito desgraciado este que me reventó un nervio y todo. Estuve años con media barbilla insensibilizada. Aunque después de todo igual hasta me tengo que sentir agradecida porque no me reventó la mandíbula.
Ilusa de mí pensé que lo peor ya había pasado, pero como siempre digo, lo peor estaba por venir. Después de la intervención, todos muy agradables (como se nota cuando pagas, madre mía), y el médico me dio su número personal de móvil y todo: "cualquier problema que tengas, me llamas a cualquier hora del día y de la de noche".
Las primeras horas, bueno, fueron tranquilas. Tenía la boca anestesiada así que no tenía dolor. Pero ay, cuando se me pasó el efecto de la anestesia. Eso es dolor y no que te metan un árbol por el culo. Pero lo peor fue al día siguiente, cuando me levanté y vi que tenía la cara como si me la hubieran reventado. Si llego a ir ese día a clase alguien hubiera dicho: "Por fin, ya era hora de que alguien le partiera la cara".
Ahí empecé yo a tantear con las drogas. ¡Vaya viajes me pegaba a Nolotil+Espidifén! Psicodélicos, además. Caminaba por la casa y yo juro que flotaba, parecía que iba volando a los sitios.
En serio, no os podéis imaginar el infierno que fue. No le deseo ese mal a nadie. Sin duda, el peor momento de mi vida.
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