Cuando empecé a estudiar Filología Clásica me veía un poco floja en la asignatura latín y quería mejorar. Vi en el tablón de la facultad un anuncio de un tipo que daba clases a buen precio. Una compañera de clase y yo nos apuntamos.
¡Qué personaje el profesor! ¿Recordáis la película de Regreso al futuro? ¿El doctor? Os ilustro aquí con una foto. Era su vivo retrato. La verdad es que no recuerdo el nombre de tan excéntrico señor pero nosotras le llamábamos "El regre".
No era solo la apariencia sino las películas que nos contaba. Películas que no se las creía ni él. Creo que nos contaba lo que le hubiera gustado que le pasara.
Nos contó que tenía una alumna de catorce años y una vez durante la clase él salió momentáneamente. Cuando volvió estaba desnuda tumbada en el sofá. Él la rechazó muy educadamente diciéndole que "si fuera mayor de edad se hartarían a follar"
Luego nos contó otro de sus sucesos erótico-festivos. Había una alumna que no le pagaba nunca así que llamó a la madre. Esta se presentó allí y le enseñó las tetas, proponiéndole arreglar el asunto de otra manera. Él le dijo que lo prefería en dinero. Bajó al cajero y después arrojándole el dinero le soltó "no sabía que fueras maricón".
Y resulta que él conocía a todos los profesores de Clásicas de la Facultad, pero misteriosamente ellos a él no, a pesar de las juergas que supuestamente se pegaban.
Pero lo mejor fue un día que el buen señor empezó a desvariar, diciendo que se iba a proclamar César porque es mucho más que proclamarse Dios. Además, iba a darle a un supuesto botón que apagaría Internet, nos iba a quitar a todos los móviles porque creaban barreras entre las personas. Cambiaría la tauromaquia por los clásicos circos con leones y arrojaría a los cristianos a los leones (curas, sacerdotes, etc.) porque a las únicas buenas personas que conocía eran los leones.
Resumiendo, todo sería igual que en el Imperio Romano, incluidos los carteros que irían a pie, si acaso a caballo. Pero lo más importante que había que recuperar del Imperio Romano era el folleteo. Sí, el folleteo, la alegría de la vida.
¿Por qué dirán que los de Clásicas somos raros?
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