sábado, 10 de noviembre de 2018 |

De la mano (Testimonio de una enfermera), de Christie Watson

Mi familia suele bromear fantaseando con cómo sería yo de enfermera o en algún trabajo en el que implique tener que cuidar de otros. Cierto es que no tengo mucha empatía con los demás, no creo que se me diera bien ser enfermero o auxiliar de enfermería. En realidad, no creo que se me diera bien ningún trabajo que estuviera intrínsecamente relacionado con las personas. Soy una misántropa de la vida. Eso no quita para que no valore el trabajo de las personas que dedican su vida al cuidado de otras. 

Cuando el grupo editorial "Me gusta leer" me ofreció este ejemplar que acaba de salir a la venta (o acababa, ya que me he demorado un poco en la lectura) me pareció interesante, sobre todo porque me gusta mucho leer testimonios de mujeres. Sí, yo he leído grandes títulos de la literatura como "No sin mi hija", "He sido una mujer maltratada" y "Quemada viva".

Lejos del estilo cómico de "Enfermera saturada" (que no es mucho de mi agrado, quizás al no ser del gremio hace que no me identifique mucho con lo que cuenta), Watson nos lleva "de la mano", nunca mejor dicho, a través de sus veinte años de profesión. Me parece simpática la manera que ha tenido la autora de arrancar la obra relatándonos parte de su infancia y de cómo soñaba con profesiones que nada tenían que ver con la enfermería.

Realmente, llega a esta profesión un poco por el azar del destino. Después de dar tumbos en varios trabajos, llega a un centro de personas discapacitadas y por primera vez, siente que está haciendo útil que la realiza como persona. Así comienza su historia, nos cuenta en primera persona los entresijos de la profesión. Y aquí no hay censuras, nos hace un retrato fiel de su trabajo, así que si eres de poco estómago, este libro no es para ti. Si eres morboso, este es tu libro. Además, nos cuenta su experiencia con la muerte (enfermos terminales y cuidados paliativos) y la vida (asistencia a partos). Nos muestra injusticias inevitables, niños con enfermedades terribles y que mueren. En definitiva, nos muestra el día a día, que a nosotros nos parezca muy lejano que una niña de cinco años como Tia (que menudo nombre) tenga un tumor en la cabeza, que un niño tenga que someterse a una operación cerebral por un caso grave de epilepsia, no significa que no sea algo cotidiano en un hospital. 

Pero creo que el mensaje más importante que quiere transmitir la autora es que trabajo va mucho más allá que poner inyecciones o suturar heridas. A las enfermeras (y enfermeros, por supuesto) también se las llama "ángeles blancos" por la labor tan importante que hacen. Aunque bueno, eso es generalizar. También hay personas incompetentes ejerciendo como enfermeros y con muy poca psicología. Algún día contaré mi experiencia con la enfermera de pediatría, que me dio un cursillo acelerado sobre el sexo anal.

Por último, quiero destacar una cosa que me ha llamado mucho la atención sobre la edición del libro. Creo que no hay una sola coma bien puesta en ninguna página. Vale que las comas, en algunos casos, sean muy subjetivas. Pero son casos muy llamativos en los que se ve a la legua que chirrían. Y soy una #GrammarNazi pero cuando me adentro en las páginas de un libro no suelo fijarme en los aspectos gramaticales ni ortográficos, a no ser que sea algo especialmente llamativo. Por supuesto, no es culpa de la autora ya que se trata de una traducción. Ha sido error de la persona que ha corregido el texto y del editor que ha dado el visto bueno. Hago un llamamiento por si la editorial despide al corrector y quisiera contratarme a mí. 

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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez más, he encontrado una entrada que no sólo ha llamado mi atención, sino que también me ha hecho pensar en querer leer este libro pese a ser de estómago débil. Espero con ansias tu próxima reseña!
Un cariño grande!!
Poema a un muerto

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