Con la idea de celebrar el vigésimo aniversario del Guggenheim, la principal atracción turística de Bilbao, se envió una entrada completamente gratuita a cada ciudadano residente en Vizcaya. Y claro, para una cosa que te dan gratis no vas a desperdiciar tal ocasión.
Yo confieso que había estado una vez, pero pensé que sería por mi corta edad por lo que no pude apreciar semejantes obras de arte que estaban expuestas. Pero si de niña era una absoluta inculta en cuanto al arte, hoy en día lo sigo siendo.
A mí, generalmente, el arte me remueve. Amo el cine y la literatura por encima de todo, pero con el arte moderno este que se han sacado un poco de la manga tengo un conflicto bastante importante. Yo el arte no lo veo por ningún lado, os pongáis como os pongáis. Arte es la Fontana de Trevi, La noche estrellada de Van Gogh, no un muestrario de colores para pintar la pared del salón.
Pues el caso es que mi madre, hace un par de meses, se nota que estaba un poco aburrida un viernes por la tarde y me propuso ir. Y a mí no me apetecía mucho adelantar trabajos del Máster, así que me animé. En buena hora, madre mía.
Entramos dentro del edificio y nos quedamos un poco descolocadas porque no estaba bien señalizado ni sabíamos muy bien dónde había que ir. Después de dar varias vueltas vimos a una mujer en una puerta dando gafas 3D a todo el mundo que entraba.
Esto promete. Me dije a mí misma con decisión. Expectantes de lo que iba a ocurrir nos adentramos en una sala a oscuras con una pantalla. Había proyectada una foto en blanco y negro. Y me dije a mí misma "bueno, pues pasará algo". Y ahí nos veis, a una panda de gilipollas mirando una foto del pleistoceno esperando que pasara algo. Y lo único que pasó fue el tiempo. De repente, reaccionamos y nos preguntamos qué demonios hacíamos ahí mirando como pasmarotes. Entonces, nos dirigimos a la entrada y devolvimos las gafas, no sin lanzar una mirada desafiante. La pobre mujer solo acertó a decir "ya lo siento, es que es así".
Pero como siempre digo, lo peor siempre está por venir. Nos dirigimos a la última planta donde se supone que estaba la parte interesante. Entramos en una sala con grandes cuadros que yo misma podría haber pintado en una noche de drogas y alcohol, con los ojos cerrados y con la mano izquierda. Lienzos gigantes que parecía que le habían metido un par de brochazos y ¡hala, a correr! Y eso no fue lo peor. ¿Recordáis la tejedora de vuestra infancia? ¿Esa con la que al menos yo hacía alfombras para la Barbie, porque para mucho más no servía? Ahí estaba una muy parecida, de madera. Y piensas ¿por qué me deshice yo de semejante joya, quizá ahora valdría millones y estaría expuesta en un museo? Para más deleite había unas cuerdas metidas en cubos. ¡No podía soportar tanto arte expuesto, en serio!
Puse las últimas esperanzas en la exposición tan promocionada de Bill Viola, de la que he visto carteles hasta la saciedad. Entrabas en una habitación a oscuras con una proyección de gente paseando por un bosque. Pequeñas fotos en movimiento, sin ningún sentido o al menos yo no se lo supe ver.
La visita terminó con una advertencia de mi madre: "vámonos, que creo que me está dando un cólico nefrítico". Acabamos en urgencias aquel día. Y no me extraña, no me extraña. Tanto arte no debe ser sano para la salud.
Pero como siempre digo, lo peor siempre está por venir. Nos dirigimos a la última planta donde se supone que estaba la parte interesante. Entramos en una sala con grandes cuadros que yo misma podría haber pintado en una noche de drogas y alcohol, con los ojos cerrados y con la mano izquierda. Lienzos gigantes que parecía que le habían metido un par de brochazos y ¡hala, a correr! Y eso no fue lo peor. ¿Recordáis la tejedora de vuestra infancia? ¿Esa con la que al menos yo hacía alfombras para la Barbie, porque para mucho más no servía? Ahí estaba una muy parecida, de madera. Y piensas ¿por qué me deshice yo de semejante joya, quizá ahora valdría millones y estaría expuesta en un museo? Para más deleite había unas cuerdas metidas en cubos. ¡No podía soportar tanto arte expuesto, en serio!
Puse las últimas esperanzas en la exposición tan promocionada de Bill Viola, de la que he visto carteles hasta la saciedad. Entrabas en una habitación a oscuras con una proyección de gente paseando por un bosque. Pequeñas fotos en movimiento, sin ningún sentido o al menos yo no se lo supe ver.
La visita terminó con una advertencia de mi madre: "vámonos, que creo que me está dando un cólico nefrítico". Acabamos en urgencias aquel día. Y no me extraña, no me extraña. Tanto arte no debe ser sano para la salud.
1 comentarios:
Seguro que recuerdas ese capítulo de "Los Simpson" en el que Homer trata de montar una barbacoa y provoca un desastre de hierros, telas y cemento. En el capítulo lo tildaron de ARTE.
El arte.... El arte es tan subjetivo, que ni tiene una definición exacta... XDDD
-DA-
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