domingo, 27 de enero de 2013 |

El apartamento, Billy Wilder (1960)

Hay algo más difícil que definir qué es un clásico, y es el elegir uno que haya marcado especialmente. Mi elección ha sido El apartamento, del gran Billy Wilder.  Una película especial para un momento lleno de magia y además acompañado de Jack Lemmon y Billy Wilder.
Esta obra sale a la luz en el año 1960, haciendo bisagra entre las décadas de los 50 y 60. Tendrá muy poca repercusión en nuestro país e incluso será tachada de inmoral.
  Wilder era un gran pintor de su época y en esta película reflejará todo lo que va a ser la década de los 60: la fiebre por Nueva York, la soledad de las grandes ciudades, un mundo de comidas precocinadas, pósters, discos e historias de personas que al llegar a su casa estarán solas junto al televisor.
Pero ante todo es la historia de C.C.Buxter, quien representa al neoyorquino medio que está dispuesto a hacer lo que sea para subir al piso 27, o lo que es lo mismo, ascender en su empresa. Buxter lo que está dispuesto a hacer es a perder su dignidad y a ser mangoneado por sus superiores. Éste presta a sus jefes su apartamento para que lleven a sus amantes por las noches, pero las fiestas tienden a alargarse demasiado y Buxter se dedica a pasear por las calles de Nueva York como alma en pena.
 La idea de este guión surge tras el filme Breve encuentro, donde dos amantes se ven en el apartamento de un amigo en común. A Wilder le interesa el tipo que presta el apartamento, en lo que debe sentir al acostarse en las sábanas aún calientes, y ahí nace Buxter, este hombre que al llegar a su casa aún perfumada por la esencia de la pasión está solo, con la única compañía de su televisor. Porque esta es una película también de soledades, de una persona rodeada de  miles de personas pero que espiritualmente está completamente sola, que tiene dificultad para ir más allá de lo meramente cortés. Para rizar más el rizo, está perdidamente enamorado de Frank Kubelik, la ascensorista de su oficina (interpretada por Shirley McLaine) que tiene una relación adúltera con su superior que es interpretado por Fred MacMurray.
A pesar de ser en blanco y negro en esta película es importante la iluminación, que sobre todo al principio se aprecia un tono muy grisáceo. El apartamento es un lugar triste y gris, como lo es la vida de Buxter. En cambio, cuando la señorita Kubelik pasa allí algunos días se ve más iluminado. También es impresionante la representación del lugar de trabajo de Buxter,  en la que utilizaron personas enanas para crear una impresión de profundidad mayor. Aunque el guión ya estaba escrito, fue rodado sobre la marcha y el diálogo fluía espontáneamente. Todo está cuidado al milímetro, muy pensado. En referencia al póster de Moma que tiene Jack Lemmon puesto en una pared de su apartamento dice José Luis Garcí que “éste es un tipo que vive en el Oeste al lado del Central Park, a veces presta su apartamento, está aburrido  de ir a Central Park, a veces se va al Moma que está al lado y ha terminado comprado un póster”. 
Wilder nos brinda con escenas maravillosas, de principio a fin. Un principio excepcional, con la voz en off de Lemmon mostrándonos de alguna forma la enfermedad por excelencia de esa nueva época: el estrés. También muy destacable el momento en el que Buxter intenta ver una película (The Grand Hotel) pero le es imposible debido al gran bombardeo de anuncios. Esto se puede interpretar como una crítica hacia la televisión, algo que Wilder detestaba.
Pero destaco sobre todo dos escenas: la del espejo roto y el final. La primera es posiblemente una de las mejores de la historia del cine: aquel espejo roto en el que se ven reflejadas las almas también rotas de los protagonistas. Sin decir nada, el protagonista se hace eco de lo que está ocurriendo y también sin decir nada, los ojos de este actor lo dirán todo.
En cuanto al final, como una buena comedia romántica acaba sin beso. Con un deslumbrante travelling, McLaine llega al apartamento y tras una declaración de amor por parte la película finaliza con una partida de cartas, dejando un final totalmente abierto. Tan abierto como agridulce.
Refiriéndonos a los actores, hay que decir que en un principio Wilder pensó en Marilyn Monroe pero declaró en una ocasión: » "Me han preguntado si volveré a trabajar con M. M. (Marilyn Monroe), y tengo una respuesta clara. Lo he discutido con mi médico, mi psiquiatra y mi contable, y todos me han dicho que soy demasiado viejo y demasiado rico para someterme de nuevo a una prueba semejante". Para el actor masculino no tuvo ninguna duda en elegir a Jack Lemmon, tras haber quedado maravillado después de haber rodado con él  Con faldas y a lo loco. La pareja tendrá mucha química y volverán a repetir en la gran pantalla en Irma la dulce. Encarnan sus papeles adecuadamente, como el de dos derrotados solitarios. Él no es capaz de tener una vida propia ni tiene amigos. Ella es incapaz de enamorarse de la persona adecuada, romántica, golpeada y soñadora. Dos personas solitarias sin vocación, al borde del suicidio, que quieren huir de esa soledad.
Otro tema importante es si es posible encasillarla en un género. Es melodramática, romántica, cómica, fársica, irónica. La han calificado como un obsceno cuento de hadas. Y es que es un reflejo de la realidad, de la propia vida y la vida tampoco puede encasillarse en un solo género. En el momento más trágico rompe con el melodrama, metiendo una secuencia de humor, de manera sutil, sobre todo relacionadas con la crítica social aunque son tan fugaces que a veces ni se aprecian. No hay un happy end, sino que quizá un triste final feliz. No sabemos si Frank está enamorada, o si solo siente gratitud hacia él, ni tampoco si aguantarán mucho juntos.
Tratándose de una película de Wilder ya es una garantía de calidad. No recuerdo una mal filme suyo, y sin lugar a dudas yo creo que El apartamento  podría ser considerada un clásico.Es una película que rompe moldes y estereotipos, muy atrevida en su época porque estaba censurado el tema del adulterio.  El guión estuvo guardado durante años en un cajón cogiendo polvo.
A pesar de ser una historia muy apegada a su tiempo trasciende perfectamente. Es una historia que a pesar de revisarla una y otra vez, siempre se puede aprender algo y cada vez te parece una película distinta. Y de alguna forma, da miedo revisarla por segunda vez, porque ya no será la primera.También porque es una obra moralista que habla sobre un hombre que ha perdido la dignidad y que al final la recupera, devolviendo la llave del baño de los ejecutivos. Porque nos hace llorar y reír a la vez, porque refleja la vida misma y por eso llega a todo el mundo.


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