miércoles, 11 de abril de 2018 |

¿Para qué estudiar Filología Clásica? (Confesiones III)

Hace un mes mi blog - ese que empecé desde abajo, construyéndolo poquito a poco- dio un cambio de rumbo. Mi entrada Confesiones de una filóloga clásica en la que os contaba que mi experiencia en la carrera no fue buena se hizo viral. Me sentí mal porque llegó a miles de personas y quizá a alguno desanimé, por eso os quiero contar hoy lo que me motivó a seguir adelante en la carrera. No todo fue malo ni todo me disgusta.

Partamos de la base de que estudiar Filología Clásica no es lo más común, tan solo unos cuantos lo hacemos, pero según mi experiencia, la mayoría de filólogos clásicos se sienten más a gusto con la lingüística que con la literatura. En mi caso es al contrario, me gusta la Literatura y aunque se me puede considerar buena en lengua (tengo facilidad para la sintaxis, la morfología..), la lingüística me parece infumable.

Lo que más me gusta de la carrera, sin duda alguna, es la Literatura Griega. Me fascina, de verdad que lo hace. Acercarse a los poemas de Homero y pensar que fueron compuestos (no escritos) hace más de 2500 años, y que a pesar del paso del tiempo al ser humano le siguen preocupando los mismos temas. La tragedia griega es mi género favorito, sobre todo Eurípides (ya sabéis que yo soy la Reina del Drama y del Morbo). En definitiva, creo que en el ámbito de la Literatura es donde más cómoda me siento.

A mí lo que más me ha gustado siempre es escribir y para ser un buen traductor tienes que tener algo de escritor. Supongo que por eso pensé que Clásicas era una buena opción. Y supongo que me equivoqué, si existe una carrera perfecta para mí sería algo así como "Grado en Literaturas del Mundo y Escritura Creativa". Hago un llamamiento desde aquí para que se instaure, yo iría de cabeza.

Pero, ¿para qué estudiar Filología Clásica? En mi caso, conocer los orígenes de la Literatura, al menos la occidental. Porque ya sabemos que en la asignatura de Literatura se estudia al hombre blanco y occidental, a las mujeres y a los orientales se les deja de lado.

Otra razón de peso, que esta puede ser un arma de doble filo, según se mire. Las pocas personas que hay en un aula de Latín frente a las aulas de Derecho. Esas veces que te tocan momentos incómodos con el profesor porque uno de tus compañeros está enfermo y el otro ha hecho la pira de su vida. Y te pregunta: "¿Y qué tal te van las otras asignaturas?". Y tú: "Pues ahí van. Parece que va a volver a nevar".  También tiene sus ventajas, organizar una cena de carrera (que no de clase) es muy fácil, no hay que reservar en ninguna parte. En la última a la que fui éramos cinco personas (repito, de carrera, no de clase).

En definitiva, de Filología Clásica me quedo con la magia de leer un texto escrito hace más de dos mil años, con la tradición (que de eso hablaré más adelante) y la recepción moderna de la Antigüedad, con la gente que he conocido en este camino lleno de piedras, de las frikadas en la cafetería, los paseos por Vitoria, los momentos de soledad entre libros en la Sala Homero.

Si os ha gustado la entrada, sígueme en el blog. Me harías muy feliz. Y si quieres, puedes seguirme por mis redes sociales.




2 comentarios:

Chuaquín Valero dijo...

Qtal. Estudié derecho, que acabé hace 25 años. Me gustaría haber cursado clásica pero no pudo ser. Tu escrito me ha ayudado a refrescar ese anhelo...if there is a will there is a way

Unknown dijo...

¡Hola! Me fascinó haber encontrado tu blog porque estoy muy motivada a estudiar Filología Clásica. Gracias por haber escrito el texto, es motivante encontrar cosas así sobre un estudio al que nadie parece ponerle mucha atención :).

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