martes, 11 de septiembre de 2018 |

Las verdes praderas

“Y un día te mueres y se te queda esa carita de gilipollas y en el último momento te dices...vamos, vamos, vamos, que te han llevado al huerto toda tu vida y nunca has hecho lo que tú querías. Estudia, trabaja, échate novia, cásate, cómprate un piso, un chalet, un coche y trabaja como un burro para pagar las letras, los colegios de los niños, el friegaplatos, la cortadora de césped, y te das cuenta de que has vivido… para Seat, para Philips, para Zanussi, para El Corte Inglés, para La Confianza y su puta madre”.
 
 
No suelo hacer muchas reseñas de películas en el blog porque me suelo centrar más en literatura (al fin y al cabo, soy filóloga y no soy experta en audiovisuales), pero de vez en cuando me gusta descubriros alguna joyita como esta que seguramente la mayoría no conozcáis. Se trata de una comedia española costumbrista, dirigida por José Luis Garci llamada "Las verdes praderas" (1979) y protagonizada por Alfredo Landa.
 
No, os prometo que no es una comedia casposa del destape español. Vemos a Alfredo Landa en otro registro, en el personaje de José Rebolledo, un hombre de origen humilde que se ha hecho a sí mismo, que ha alcanzado el éxito en una empresa. Ha logrado su sueño de la infancia: tener un piso en propiedad, un coche y sobre todo un chalé en la Sierra de Madrid para pasar el fin de semana y las vacaciones. Tenemos que tener en cuenta la época en la que está rodada que el film es una fotografía de su época, la Transición. Para los ineptos (que seguramente hay muchos leyéndome), la Transición es el período en el que se deja atrás la dictadura franquista para dar paso a la Constitución y la democracia.
 
“Una mañana, de niño, estando con mi padre, pensé `algún día, cuando sea mayor, yo seré ese hombre, y tendré un chalet y césped, y fumaré tranquilo mientras leo el periódico. Y mis hijos tendrán un coche de pedales rojos´ Me lo juré. Y ahora… a lo mejor yo soy ese hombre pero eso no es nada. No hay nada de lo que yo imaginaba aquella mañana. Nada.”
 
Esta feroz crítica a la burguesía madrileña nos muestra un fin de semana en la vida de Rebolledo. Después de una semana estresante de trabajo, coger el coche para pasar el sábado y el domingo en el chalecito de la Sierra para desconectar. Lejos de un fin de semana de descanso, se le presenta la suegra pesada con la cuñada y el novio, el compañero de trabajo odioso que todos tenemos (aquel que se escaquea y por el que acabas pringando, pero siempre parece caer de pie), al que Rebolledo apoda como "Doña Perfecta" pululando por allí. Cada uno de sus planes acaban torciéndose. Pequeños planes, nada con demasiadas pretensiones, tomarse un gin tonic, jugar un partido de tenis...En clave de humor, José Luis Garci nos prepara para una traca final, el filme se torna en un cariz reflexivo, más profundo.
 
Y es que, ¿son las cosas materiales lo que nos da la felicidad? José Rebolledo sufre una gran insatisfacción personal, se ha llevado un tremendo desengaño, siente que le han "vendido la moto", que tenía que alcanzar ese sueño que nos viene impuesto por la sociedad (casarse, tener un piso, una segunda vivienda, un coche). Porque claro, "tanto tienes, tanto vales".
 
“Llevo 42 años pensando que lo que vivía no era importante porque era como… como provisional, como si estuviera esperando destino. Yo creía que  iba hacia una vida maravillosa, y mientras estaba en la cola esperando, pues trabajaba y estudiaba como un negro porque tenía que ser así… porque más adelante iba a llegar mi vida, mi verdadera vida. ¿Y sabes qué pasa? Pues que ya ha llegado”

No esperéis una película donde ocurran grandes acontecimientos, como ya he dicho, es cine costumbrista, un reflejo de la sociedad madrileña de los 80, aunque en mi opinión, no queda desactualizada y es extrapolable al 2018. Al fin y al cabo, no hemos cambiado tanto y las metas del ser humano siguen siendo las mismas, o tenemos impuestas las mismas. La sociedad nos impone buscar pareja, casarnos, tener hijos, cambia el pisitio de la Sierra por un viajecito a Canarias, un IPhone, Tv por cable, tres portátiles. El consumismo desmedido rige nuestras vidas y no nos damos cuenta de que la felicidad no está en lo material.
 
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1 comentarios:

Paseando entre páginas dijo...

Pues la crítica que hace me parece interesante, pero no sé si es para mí, lo pensaré

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