martes, 2 de enero de 2018 |

"La librería" de Penélope Fitzgerald o cómo me la dieron con queso

Como lectora aventajada que soy suelo intuir cuando me la van a meter doblada. Pero esta vez confieso que no lo vi venir. Hace unas semanas vi en Instagram la preciosísima portada de la editorial Impedimenta (todas sus portadas son preciosas, lo malo es que sus precios son desorbitados). Isabel Coixet estaba a cargo de su versión cinematográfica y por el argumento juro que prometía.

Me había montado mi película en la cabeza (o más bien mi novela): mujer emprendedora abre una librería en un pintoresco pueblo de la costa inglesa, los habitantes "cerrados de mollera" no están de acuerdo e intentan boicotear la apertura. Para más inri, empieza a vender Lolita de Nabokov y en el pueblo se arma la de San Quintín, por vender tal inmoralidad y corromper al pueblo.
Pero no, no trata de eso.

El tema (y si por casualidad esto lo leyera mi tutora de prácticas, cuyo blog dejo aquí, que me disculpe por introducir verbos en el tema y excederme en el número de palabras, pero es por darle un poco de acción a la cosa) es "una mujer abre una librería en un pueblo, los vecinos no lo ven con buenos ojos pero no es algo que les quite el sueño, aun así le compran libros". Y ya está. No tiene más.

Durante su lectura nunca perdí la esperanza, en serio. Como una idiota pensaba "bueno, ahora pasará algo interesante", "¡Ah! Ahora ha aparecido Lolita, ya empieza lo bueno". Pero lo bueno no empezó nunca. Todo el asunto de Nabokov se queda en una falsa alarma, la protagonista Florence Green tiene un duelo interno terrible sobre si debe vender esa obra en su librería "porque no sabe si será buena o mala novela". ¡Toma ya! Así que, decide dársela a un hombre para que la lea y él juzgue, porque como las mujeres no tenemos criterio propio, pues ya se sabe. Al final el susodicho dice que le parece "una novela de buena calidad" y decide comprar doscientos ejemplares para vender en el pueblo. Fin.
Es que...¿cómo se puede tener ese argumento y fastiadarla tanto? Podría haber sido un novelón...Pero claro, `¿para qué iba a crear la autora una novela con profundidad, con un verdadero conflicto, si te la puede dar con queso?

Pocas veces me he sentido tan engañada con un libro, y no creo que haya sido lo peor que haya leído en mi vida. La tipa escribe bien, pero me ocurre lo mismo que con Carlos Ruiz Zafón, que detrás de tanta floritura y tanta palabra bonita no hay absolutamente nada.
Esta novela ha sido un regalo de Navidad de mi hermana, y gracias a Amazon no llegó a tiempo. De hecho, tuvo que volver a pedirla porque se perdió. Fue un presagio, no podía con mi vida de las ganas que tenía de que cayera en mis manos. El destino trató de evitarlo, pero finalmente me la dieron con queso.

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